miércoles, 5 de mayo de 2010

Crónica del Sátiro de los Hielos






Salió de su casa aquel día fatídico de febrero sin saber lo que le iba a suceder. La pequeña iba rumbo a sus 14 años y solo faltaban unos días para su cumpleaños.

Con algarabía caminó hacia su escuela, la cual se ubicaba en pleno centro de la ciudad. En su mochila tenía sus cuadernos y algunas partituras para sus clases de violín de la tarde, además llevaba un emparedado que su madre le preparó para el recreo y algunos CD’s que llevó aquel día para mostrar a sus amigas. Su uniforme lucía impecable, una falda azul, camisa blanca y guardapolvo blanco encima, se sentía feliz pues había hecho planes con sus amigas para el fin de semana y se sentía ansiosa.

Ella ignoraba lo que estaba a punto de suceder frente a sus ojos, mientras pasaba clases en su escuela las bóvedas del cielo estaban a punto de mostrar la furia del Dios del Agua. Cirros y supercúmulos se iban formando en la estratosfera mientras ella buscaba las respuestas a las preguntas del trabajo de sociales en su libro. El amigo que estaba a su lado, un chico callado y tímido, presintió el peligro, quiso advertir a alguien pero algo lo evitaba, en su corazón sabía lo que iba a suceder, pero su demonio le impedía hablar.

Con el pasar de las horas la furia de las nubes se iba condensando hasta formar balas de hielo asesino que caerían mas tarde sobre aquella pobre ciudad, pronto el frío eterno habría de congelar las almas y los cuerpos de los infortunados que estaban en la lista de las Pitonisas.

A la hora de salida, ella caminaba tranquila a su casa, pero una ligera lluvia la retrasó en la puerta de una librería, miró al cielo y pensó que la lluvia no tardaría en pasar, pero estaba muy equivocada, al contrario la lluvia empezó a caer con más fuerza hasta que se convirtió en una tormenta despiadada de granizo y hielo. Pronto la calle en la que se encontraba se convirtió en un verdadero río y los trozos de hielo empezaron a corroer las entrañas de la ciudad colapsando los túneles, embovedados y alcantarillados.

La gente trataba de refugiarse en lugares altos mirando aterrorizada la apocalíptica escena. Los trozos de granizo caían como espadas de hielo perforando todo aquello que interponía en su camino, el caos se hizo tan grande que los servicios de emergencia colapsaron. La tragedia se movía parca por toda la ciudad mientras los minibúses eran arrastrados por la fuerza del agua como barquitos de papel en un riachuelo. Algunas vendedoras ambulantes fueron también arrastradas por la fuerza de las aguas provocando que lo pierdan todo, en algunos casos incluso la vida.

Ella observaba aterrada lo que pasaba a su alrededor, antes que pudiera despertar de la pesadilla el agua empezó a cubrir su talones, pronto el hielo empezó a entrar congelando en azul frío su cuerpo y alma. En medio de su delirio lograba escuchar el réquiem de Mozart mientras sentía que la vida se le iba, todos en aquella librería se veían encerrados por un muro de hielo y sin poder salir. Justo cuando sintió que la muerte la abrazaba alguien la sacó del lugar cargada en brazos. Era un bombero que estaba ayudando en la evacuación de la gente atrapada en la calle Onda.

Ella veía como aquel hombre luchaba con las aguas para sacarla de allí, los lacerantes trozos de hielo caían como meteoritos todavía y en medio de su agonía vio a un sátiro de tez azul y plateada faz congelando a los que lo rodeaban, ella supo de inmediato que se trataba del demonio del hielo. Ella veía como la guadaña del sátiro golpeaba a los que trataban de rescatarla en forma de un granizo tan hiriente como dagas. Una azul espada de hielo se mecía sobre ella lista para cercenarle la vida, la hipotermia iba a llegar en cualquier momento mientras aquel bombero luchaba por sacarla. En sus manos abrazaba su violín luchando para que el sátiro de los hielos no se lo quite, sus manos estaban tan congeladas que no las sentía, estaba tan cansada que deseaba más que nada dormir, pero sabía que si se dormía la muerte se la llevaría al Hades.

Estaba por dormirse cuando sintió que la recostaron, se vio dentro de una ambulancia y pronto empezó a recuperar el calor. En ese momento pensó que su hora aún no había llegado; pero sintió miedo porque el rostro de la muerte es tan frío que da miedo mirarla, es tan frío y azul que solo la templanza del corazón cálido lo resiste. Sin embargo la Diosa sabe cuantas otras historias se habrán desarrollado aquel día fatídico en la ciudad de La Paz, el sátiro del hielo reclamó sus víctimas en una de las peores tragedias que vivió nuestra ciudad.

La riada del 11 de febrero de 2002 fue uno de los eventos más catastróficos de la historia de Bolivia. Murieron decenas personas y varios cientos perdieron sus cosechas, negocios y hogares. La falta de previsión en la ciudad sumada a las malas costumbres de la población hicieron la mortal invocación del azul sátiro que se llevó consigo las almas de aquellos que probaron su furia. El llamado a la conciencia está hecho, en las manos de la gente está evitar el retorno de los helados ángeles de la muerte que traen consigo hielo y granizo. Solo nosotros podemos evitar que una riada como la del 11 de febrero vuelva a caer, poner la basura en su lugar y llevar una vida ordenada puede ser la clave para nunca más tengamos que ver el rostro de la muerte azulada, si logramos aprender bien esa lección podremos vivir más seguros, ¿o no?...

Gaburah Lycanon Michel

3 comentarios:

  1. buenísima la historia, pero hubiera sido mejor hace ocho años atrás... muy, pero muy, pero muy,pero muy pasadita... ¿o no?...

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  2. buenísima la historia, hubier sido mejor hace ocho años atrás, pero muy, muy, muy pasadita... ¿o no?

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  3. Bueno el dato es interesante, sin embargo yo estuve ahi en ese preciso lugar, la calle onda cuando todo sucedio y te recuerdo que no hubo un solo bombero ni policia cuando paso, eramos como 20 tipos de pilcha que nos pusimos a sacar a la gente del agua, solo cuando ya paso todo llegaron.

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